martes, 11 de diciembre de 2012

Capítulo cuarto


El cerezo se ha despertado.
Ya había renunciado a todo; se sentía demasiado viejo para nada y se había preparado para el final. Se había resignado a no volverla a ver, pero abrió los ojos y allí estaba ella: la vida; Caprichosa, sin dar explicaciones, como ella siempre ha sido.
Se ha presentado con más ganas que nunca, y el reencuetnro ha sido el más apasionado y exuberante que hayan tenido jamás. El cerezo entero es una fiesta de flores blancas.
Don Severino, a pesar de haber salido todos los días para hacer sus mediciones, no ha visto las flores. Sabe que están. Ocurre cada primavera.

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