lunes, 27 de enero de 2014

Vivencial


Yo nunca aprendí a enumerar mis virtudes,
en lugar de eso,
elijo ahondar en mis defectos.

Continúo mi camino bajando la colina,
atravesando la hierba ya crecida, alta y marrón.
Y todavía por alguna razón,
sigue siendo difícil dejar marchar mi dolor.

Dejarlo en el pasado junto al amasijo
de hierros de ese viejo Cadillac solitario,
que recoge lluvia en este campo.

De estas salvajes puestas de sol rotas;
de estas blancas, frías y húmedas mañanas
en las que he crecido, estoy cansado.

Y aunque a través de mis labios agrietados y
polvorientos del “todo a cien”
salieron en voz alta estas palabras,
parece que nadie las escuchó.

Ya ves, vi mis demonios frente a mis ojos,
me tendí desnudo boca abajo y te dije destrózame,
hazlo como mejor sepas.
Ya ves, he ido y he vuelto al infierno
tantas veces que debo admitirte que me aburre. 

Hay muchas cosas que pueden matar a un hombre.
Hay muchas maneras de morir.
Sí, y algunas ya muertas te acompañan.
Hay muchas cosas que no entiendo.
¿Por qué hay tanta gente que miente?.
Bueno, supongo que es el dolor
que escondes lo que desata los fuegos dentro de ti.

.
.
.

[Estoy aquí]

No hay comentarios:

Publicar un comentario