Cogió ese avión con el estrés
habitual, con la misma resistencia de siempre de querer y no querer, o de no
saber si acaso que querer.
Su ritmo de vida era
escalofriante, las noches se le hacían amargas al soñar con todo lo que le
avecinaba el día siguiente, cada fase REM era una aguda punzada de sueños
anhelados que no podía tocar, o que creía no poder hacerlo, tan fervientes y
frustrados, que su alma despertaba sin que lo hiciera el cuerpo, y ahí se
quedaba, encerrada en su propia jaula con la única compañía de unos
pensamientos que no quería que la custodiaran, hasta que su cuerpo le daba
tregua a esa respiración aparatosa que gritaba de dolor y dejaba comenzar ese
día con el habitual dolor de cabeza.
Si, su ritmo de vida no
profetizaba nada calmado, y ello hacía mella en su esencia
No es que de siempre fuera tan
insegura, tan ojerosa, y ansiosa, pero la ciudad le había devorado el espíritu,
entre los altos edificios de hormigón y cristal no se podía ver el mar, y si
conseguía llegar hasta él, estaba tan contaminado y desbordante como sus ganas
de salir corriendo, y ella era puro salitre, deshidratado, áspero, astringente,
lo que había sido un atlántico feroz y vivo ahora era un mediterráneo encerrado
y pequeño, o así se sentía ante el vaivén de sus olas.
¿Cuál era su lugar en ese
bodegón?, en alguna época había reconocido enamorarse de esas calles cubiertas
de hojas, y su alegría contagiaba a todas aquellas malas caras que se le
acercaban detrás de la barra, pero ¿Qué había pasado? Al día le faltaban horas
con las que abofetear este cuerpo cansado y sufrido por el calor sucio y
pegajoso, y a su mente le sobraban comentarios que invalidaban la poca
Autoestima que había conseguido rescatar de aquel huracán.
¿En qué momento dejó de ser ella,
para ser lo que todos son?
Le gustaba su carrera, tenía esa
curiosidad innata que hace que la biblioteca sea como una juguetería que
explorar, sobrepasando el límite de préstamos y días con los que poder
empaparse de teorías y casos clínicos, y aunque no se atreviera a manifestarlo,
su mente bullía de preguntas en cada clase, y consideraba poder ser una gran
aportación para toda esa gente que necesita alguien que le escuche. Pero las
simples palabras “clausura de máster” le recordaban que sirviendo café no se
hace terapia, y que este trabajo de media jornada no es para el que lleva 6
años estudiando.
Pero aun con esto, aguantaba el
día a día con una sonrisa, con esa sonrisa peculiar de los que tienen sueños
que perseguir, aunque no sepan el camino, o no sepan simplemente dónde están,
la vida le depararía algo si, lo que no quería era sentarse a esperar a que
llegara.
Hay algo de magia en la vida cuando nos movemos en la direccIón correcta:
ResponderEliminarNuevas puertas se abren.
Otras se cierran.