jueves, 30 de agosto de 2012

Preludio




Cogió ese avión con el estrés habitual, con la misma resistencia de siempre de querer y no querer, o de no saber si acaso que querer.
Su ritmo de vida era escalofriante, las noches se le hacían amargas al soñar con todo lo que le avecinaba el día siguiente, cada fase REM era una aguda punzada de sueños anhelados que no podía tocar, o que creía no poder hacerlo, tan fervientes y frustrados, que su alma despertaba sin que lo hiciera el cuerpo, y ahí se quedaba, encerrada en su propia jaula con la única compañía de unos pensamientos que no quería que la custodiaran, hasta que su cuerpo le daba tregua a esa respiración aparatosa que gritaba de dolor y dejaba comenzar ese día con el habitual dolor de cabeza.
Si, su ritmo de vida no profetizaba nada calmado, y ello hacía mella en su esencia
No es que de siempre fuera tan insegura, tan ojerosa, y ansiosa, pero la ciudad le había devorado el espíritu, entre los altos edificios de hormigón y cristal no se podía ver el mar, y si conseguía llegar hasta él, estaba tan contaminado y desbordante como sus ganas de salir corriendo, y ella era puro salitre, deshidratado, áspero, astringente, lo que había sido un atlántico feroz y vivo ahora era un mediterráneo encerrado y pequeño, o así se sentía ante el vaivén de sus olas.
¿Cuál era su lugar en ese bodegón?, en alguna época había reconocido enamorarse de esas calles cubiertas de hojas, y su alegría contagiaba a todas aquellas malas caras que se le acercaban detrás de la barra, pero ¿Qué había pasado? Al día le faltaban horas con las que abofetear este cuerpo cansado y sufrido por el calor sucio y pegajoso, y a su mente le sobraban comentarios que invalidaban la poca Autoestima que había conseguido rescatar de aquel huracán.
¿En qué momento dejó de ser ella, para ser lo que todos son?
Le gustaba su carrera, tenía esa curiosidad innata que hace que la biblioteca sea como una juguetería que explorar, sobrepasando el límite de préstamos y días con los que poder empaparse de teorías y casos clínicos, y aunque no se atreviera a manifestarlo, su mente bullía de preguntas en cada clase, y consideraba poder ser una gran aportación para toda esa gente que necesita alguien que le escuche. Pero las simples palabras “clausura de máster” le recordaban que sirviendo café no se hace terapia, y que este trabajo de media jornada no es para el que lleva 6 años estudiando.

Pero aun con esto, aguantaba el día a día con una sonrisa, con esa sonrisa peculiar de los que tienen sueños que perseguir, aunque no sepan el camino, o no sepan simplemente dónde están, la vida le depararía algo si, lo que no quería era sentarse a esperar a que llegara.

1 comentario:

  1. Hay algo de magia en la vida cuando nos movemos en la direccIón correcta:
    Nuevas puertas se abren.
    Otras se cierran.

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