miércoles, 3 de septiembre de 2014

Abrochense el cinturón





“Queridos pasajeros, la señal luminosa indica que se abrochen los cinturones, el vuelo con destino… está a punto de despegar, por favor presten atención a las instrucciones de la pantalla que…”

-¡¿Dónde está mi cinturón?!

El movimiento me impide pensar, ¿qué es este pánico que me invade? las manos me sudan, me tiemblan, mi cuerpo se agita inquieto, la respiración lucha por salir del pecho, mi garganta quiere gritar, no lo encuentro, no siento que esté aquí, ¡y más torpe me vuelvo!

-¡Pero qué cosas piensas, todos los aviones tienen cinturones para sus pasajeros! Sabes que tienes uno por ahí… en algún lugar… BUSCALO, sabes que lo has visto antes así que tiene que existir.

La azafata explica cómo ponerse una máscara de oxígeno (oh dios qué bien me vendría respirar), abrir las puertas, un salvavidas… ¿Será con eso con lo que me sentiré más protegida? Aún así siguen recordando que el cinturón hay que abrochárselo… ¡maldito cinturón! 

Mi compañero de asiento me mira con preocupación

-No, no soy capaz de decirte que no veo mi cinturón ¡qué cosa tan ridícula!, y tampoco es que tengas que buscármelo – es lo que cruza mi mente, ¿Cómo lo gestiono?, yo debería abrocharme mi cinturón, con estas manos temblorosas que han olvidado cómo moverse.

El avión despega, se levanta, ¿notas esa presión en tu estómago? ¡Qué cosquillas tan tortuosas! Notas que tu cuerpo intenta flotar y no puedes hacer nada para controlar todas las emociones que te golpea el miedo, todo pasa a una velocidad que no puedes apreciar, sientes que tu cerebro libera demasiado cortisol para un asiento que es un espacio tranquilo, y te entra la duda de cuestionar si realmente lo es. Miras a todas partes, la gente lee otras vidas, otros duermen su sueño, y el paisaje ilusionado se separa cada vez más de esa armadura de acero en la que te encuentras.

-Pero el suelo seguirá estando ahí ¿no?

Un suspiro sale de mi nariz, usemos la fría lógica, demasiadas sesiones de psicología como para no intentar ponerlo en práctica, aún me siento vulnerable ante la incertidumbre de qué pasará en este vuelo, con todos estos pasajeros, la azafata, mi compañero de asiento, que no se dan cuenta de que por dentro, soy un mar en tempestad, y parece que la calma sigue bocetando.

¡Pero sigue siendo ridículo! Realmente no hay amenaza ninguna, el avión se estabiliza y sigue su rumbo…
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… Pero no me puedo abrochar el cinturón.

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